Ya han pasado dos semanas pero no por ello dejo de emocionarme cada vez que
recuerdo aquella mañana de domingo. Todo empezó muy temprano, sobre las 7.30 de
la mañana. Después de una semana de tapering (concepto nuevo que he aprendido a
raíz de iniciarme en esto del running) ya estaba preparada para mi nuevo reto,
completar una media maratón de 21 kilómetros. Para gente que lleva mucho tiempo
en este mundillo, puede que esto suene un poco exagerado pero nada más lejos de
mi propia realidad. Había practicado running en otros momentos de mi vida pero
me había faltado el suficiente tiempo y constancia para poder tomármelo en
serio. Por aquel entonces, septiembre de 2014, hice mi primera carrera, la
nocturna de Sevilla y completé los 8,5 kilómetros de distancia. Aquello me
pareció tan gratificante que empecé a “picarme” y me propuse seguir entrenando
e ir aumentando la distancia poco a poco. Tres meses después ya era capaz de
correr 14 kilómetros y cada vez mi cuerpo me pedía más.
Los tiempos iban mejorando. De empezar a correr a un ritmo de 7 minutos el
kilómetro, a ir bajando de 6. Eran pequeños logros que me iban sabiendo a
gloria. Entonces me plantee que si era capaz de hacer 14 kilómetros, sería
capaz de hacer 15, 16, 17…y por qué no, 21 kilómetros. Por esas fechas me nació
la idea de entrenarme cada semana para realizar mi primera media en el primer
trimestre del año. Y entonces llegaron las vacaciones de navidad y….dejé de entrenar
durante tres semanas. Cuando empecé de nuevo en enero, todo lo que había
conseguido se había esfumado. Me sentía lenta, pesada, cansada…y de repente
pensé en tirar la toalla. A eso se le suma un dolor en mi cadera derecha del
que sigo en tratamiento y que solía aparecer a partir del kilómetro 12. Todo
esto hizo que mermaran mis ilusiones de estar en buenas condiciones físicas para
poder enfrentarme a una carrera con tanto kilometraje.
Pero no desistí en mi empeño. Seguí
entrenando con cuidado, procurando calentar y estirar bien, introduciendo
series de velocidad en mis sesiones de entreno, controlando mi frecuencia
cardíaca e introduciendo una vez en semana una tirada larga de 16 o 17 kilómetros.
Y así, semana tras semana, fui notando los progresos. Recuperé la forma, la cadera
dejó de molestarme tanto y el ritmo de carrera fue mejorando.
Participé en algunas carreras de 10 kilómetros para motivarme e introducir
un día más de entreno en la semana, además de los tres pertinentes. Así que en
abril supe que ya estaba lista para enfrentarme a mi primera media maratón.
Tenía temores, sobre todo a no ser capaz de terminar el recorrido debido a
mi dichosa cadera. Pero tenía ganas e ilusión que es lo más importante.
El domingo anterior al día de la carrera hice mi última tirada larga de 18
kilómetros calculando a qué ritmo iba a ser capaz de correr sintiéndome lo más
cómoda posible. Quería disfrutar de la carrera, terminarla con buenas
sensaciones y sin dolor. Llevarme un buen recuerdo de mi primera vez. Y así
fue.
El domingo 19 de abril me planté en Morón de la Frontera, busqué a los
pocos compañeros legendarios que estaban también por allí y juntos nos
colocamos en la salida. Como siempre mi móvil cargado de batería para poder
escuchar música durante el camino, y mi Runtastic preparado. Mi reto era hacer
los 21 a una media de 5:50 min/km y mi sorpresa fue que, a medida que iba
completando kilómetros, mi chivato runtástico me iba marcando que iba más
rápido de lo que me había propuesto en un primer momento. Pero no quise confiarme
y continué corriendo a un ritmo cómodo.
A partir del kilómetro 15 comenzaron las primeras retiradas. Incluso traté
de rescatar a un chico que iba andando bastante desanimado. Pero no pudo ser,
me acompañó un par de kilómetros y finalmente abandonó a pesar de mi empeño por
hablarle para distraerlo del dolor y del cansancio.
Por fin, en el kilómetro 19 aproximadamente, visualicé Arahal y fui
consciente de que el final se acercaba. Entonces tuve la genial idea en el último
punto de avituallamiento, recomendada por uno de los voluntarios de la carrera
que me dio una botella de agua, de volcarme el agua sobre las piernas ya que el
calor era insoportable. No lo haré nunca más. Llevaba pantalón corto e
imaginaos que es lo que pasó. Tuve que completar los últimos kilómetros con un
desagradable escozor en mis piernas.
Y para colmo, una señora cuesta al llegar a la entrada del pueblo para
terminar el recorrido. Pero no dejé de correr, a pesar de que había algunos
corredores que la hicieron andando.
Y por fin gente animando, gritándome “vamos, que tú puedes”, “esas chicas,
que no se diga”, “valiente”…Y eso fue lo mejor. Me vine arriba. Y a lo lejos,
la meta. La gloria estaba tan cerca…Apreté el paso en los últimos 500 metros y
al llegar, brazos en alza. Lo había conseguido. Y lo mejor, lo había
disfrutado. No me importaba la marca pero era inevitable verla sobre mi cabeza
al llegar a meta; 1 hora y 57 minutos. Estaba tan orgullosa de mi misma…Y el
abrazo de reconocimiento de mi chico que me había acompañado y estaba allí
esperándome para felicitarme por mi logro.
Mi balance final: experiencia muy positiva. Buenas sensaciones, bonita
mañana, buen ambiente y un recuerdo inolvidable.
RESULTADOS:
ATLETA______________TIEMPO___________MEDIA__________PUNTOS
LOLO..................................1:17:31.........................3:38...........................64,1
JESÚS CLAVIJO................1:45:18........................4:59............................48,1
PAULA................................1:57:10........................5:35............................52,1
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